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Reforma curricular

Se trata de un conjunto de fotografías tomadas por una webcam que muestran a la artista ataviada en diversos uniformes colegiales y posando con contenida sensualidad. El ejercicio a partir de aquello permite generar provocativas asociaciones como la de la fantasía sexual con una chica de secundaria, pero que en este caso adquiere el carácter de un señalamiento a conductas eminentemente guayaquileñas al emplear “disfraces” que corresponden a icónicos institutos educativos de la ciudad: el 28 de Mayo, el Dolores Sucre y el Rita Lecumberri, entre otros. Las fotos irradian cierta ambigüedad que va del autorretrato visto en la pantalla de la artista a la imagen sobre la cual se proyecta el deseo en la computadora de destino, es decir del gesto de representarse y mostrarse desde un lado, a la delectación voyeur desde el otro. Cada instantánea se acompaña de unas líneas de la lúbrica poesía de Mendoza pero en estilizada taquigrafía, ese arte de escritura rápida que se imparte a las púberes señoritas en nuestras secundarias como anunciando su predestinación a tareas secretariales.

El mensaje queda velado en esos signos y abreviaturas, el morbo las convierte en un tipo de chateo que lejos de ser lingua franca esboza indescifrables emoticones: no sabemos que se recita en la lírica de Mendoza, aunque imaginamos, dado su lascivo prontuario, los desbordes de sus palabras sobre esta encarnación de la artista como la pelada, la jeva o el culito. La obra ejemplifica la fascinación que hay en el arte contemporáneo por las formas anacrónicas, datadas y análogas (en el uso de la taquigrafía), a la vez que incorpora sus acentos en los matices de lo propio, inclusive en las reminiscencias de los ritos de cortejo de antaño, como aquellas veneradas fotografías de doncellas inscritas con versos románticos que fueran populares a comienzos del siglo pasado.

 

Lo que la obra de Chérrez enfatiza en sus versiones de lo femenino es entonces –adaptando la observaciones de Nelly Richard sobre el paisaje latinoamericano- las “disconexiones violentas entro lo global y lo local [que] testimonian la potencialidad rebelde del in situ que no se resigna a la conversión uniforme de los signos a un solo sistema de traslación hegemónica del valor cultural.”[1]

 

La muestra, por contraste, nos remite a un marcado sentido de lugar e identidad, desnudando inclusive a una ciudad cuyo salón de arte más emblemático le ha dedicado a esta artista una cláusula en sus bases, al rechazar las propuestas “que presenten lenguaje y/o gráficos sexuales explícitos”. En este contexto de oscurantismo, de impulsos retrógradas, de moralina e impostura ideológica obras como la de Chérrez amplifican su cariz político y se convierten en una necesidad. (Rodolfo Kronfle. 2010)

[1] Nelly Richard, “Lo local y lo global: Hibridez y traducción interculturales”, en Integración y resistencia en la era global, Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, La Habana, 2009, p.30.

Reforma Curricular. 6 paneles de 30 x 45 cms cada uno. 2010

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